Comentario diario

¡Alegraos conmigo!

Lucas 15, 1-10 ?¡Alegraos conmigo!?

«En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: ?¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido?. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice: ?¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido?. Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

No hay una experiencia humana más traumática que perderse, que sentir el abandono, el perder de vista todas las referencias conocidas que nos acompañan y dan seguridad. Sentirse perdido y abandonado llena de pánico nuestra vida y la primera reacción es la parálisis y el bloqueo. Cuantas veces al conducir y seguir las indicaciones del navegador, lo interpretamos mal y de repente nos entra el agobio de no saber qué hacer, a dónde dirigirse, cuando se pierde la señal GPS se nos acelera el corazón y comenzamos a hiperventilar. Le llamamos estrés post traumático. El estrés postraumático es una afección de salud mental que desarrollamos tras sufrir o ver algún evento traumático. 

Este episodio puede poner en peligro la vida, como la guerra, el maltrato, un desastre natural, un accidente automovilístico o una agresión sexual. El miedo nos paraliza y solo una presencia amiga y que nos rescata y nos despierta del shok, nos hace reaccionar. Y sin llegar a esos extremos, la conciencia de sentir que nadie se preocupa de nosotros, nos produce una desolación interior. La convicción de que nuestra vida no interesa a nadie es desoladora y además falsa. Por eso cobra tanta fuerza las palabras de Jesús.

Sentirnos perdidos como una oveja sin pastor puede convertir la vida en una pesadilla y no en un regalo. Jesús nos recuerda que alguien vela por nosotros, nos busca, nos persigue para que el miedo no anide en nuestro corazón. Jesús es un insensato que deja las noventa y nueve ovejas que le quedan en el redil para salir a buscarnos a nosotros, que en muchos momentos somos ovejas perdidas. Perdidas y confundidas entre tantas ofertas, entre tantos cantos de sirena, que prometiendo un sueño nos sumergen en terroríficas pesadillas. Es muy fácil confundirse. Si le preguntamos a la oveja porqué se perdió estoy seguro que nos daría explicaciones que entenderíamos. Estaba despistada mirando al móvil. Vi un escaparate que me llamó la atención y luego no vi al rebaño. Estaba cansado de ser oveja buena y quería ser rebelde. Todos mis amigos me contaban lo bonito que era probar estas cosas y yo me vi presionada para ser aceptada. Me embaucaron en un proyecto que era irrechazable, pero que luego se volvió una gran estafa. La curiosidad y la inquietud de la oveja no es reprochable. El orgullo de no escuchar la voz del Buen Pastor, sí. Jesús siente compasión de los corazones inquietos, que no se conforman con seguir de forma acrítica al rebaño.